Sobre las figuras de pensamiento en la Poética de J. C. Escalígero (Idea 3,28-94)

  • José A. Sánchez Marín
  • Mª Nieves Muñoz Martín
Palavras-chave: J. C. Escalígero, Poetices libri septem, poética renascentista

Resumo

El tratamiento de las figuras representa un tema de especial entidad y significado en la Poética, en virtud de su localización, extensión e implicaciones en el conjunto de la obra. En este trabajo examinamos algunos aspectos generales de las figurae sententiae, schémata dianoías, o simplemente schémata, claramente distinguidas por el autor frente a las figurae dictionis, schémata léxeos, o simplemente trópoi (III, 30 [II, 376, 1-15])2 , si bien ambas clases en calidad de genera minora. Escalígero no se limita a extraer de la tradición (Alejandro Rétor, Quintiliano, Retórica a Herenio, Dionisio de Halicarnaso, Varrón, Aquila Romanus, Trapezuntius, los gramáticos…) la doctrina que ofrece, sino que la adapta plenamente a los principios que presiden su obra y a su concepción de la poesía. Las figuras de pensamiento, que afectan a las res, son tratadas en el libro pertinente, el libro III, en tanto que las de dicción se presentan en el libro IV (caps. 26-43 [III, 488-559]), como un componente del character o forma de estilo, junto con el numerus. Las figuras de pensamiento especialmente representan para el autor un elemento fundamental en la concepción, configuración y comprensión de los objetos poéticos, y ello se evidencia en el relevante lugar, la extensión y el sistema de exposición que aplica al desarrollo de la materia, que presenta lógicamente un tratamiento muy diferenciado del que el autor dedica a las figuras en el De causis. Lejos de ser consideradas un artificio más del ornato, estas figuras ocupan un lugar central en el mismo corazón de la Poética, el libro III que articula el núcleo teórico de la obra. Su extensión, cuarenta y seis columnas de la primera edición (1561) frente a las quince escasas de las figuras de dicción, es también coherente con esa centralidad que el autor le atribuye: entre la exposición de las res — caps. 1-23 — y la de los géneros literarios — caps. 95-126 —, con el importante preludio que suponen las cualidades exigidas en el poeta — caps. 24-27 — (prudentia, efficacia, suavitas, que no es tratada, y varietas) que permiten a éste llevar a la práctica la ejecución de la obra; y entre aquéllas la varietas como más estrechamente relacionada con este recurso. La exposición de esta dificultosa materia, pars operosissima, sigue un orden sistemático previamente determinado (cap. 28) en cada uno de los objetivos: definición general detalladamente explicada, y clasificación en genera maiora, según su utilización por las distintas artes, de la dialéctica a la poética (cap. 29); división taxativa entre figuras de dicción y de pensamiento, genera minora (cap. 30), aplicando una nomenclatura básica distinta a la del De causis, 87, donde las figuras de pensamiento son denominadas “tropos”; clasificación y explicación de las figuras que interesan a la poesía (caps. 31-91). No estamos, en este último y larguísimo apartado, ante una amalgama informe de nombres y definiciones, sino que la exposición se sostiene en un principio básico, el de la subordinación de las palabras a las cosas (quizás inspirado en Quintiliano 8 proh. 18-32, refrendado por Cicerón), y se estructura explícitamente en cinco grupos, según un criterio basado en el principio anterior, el de la relación entre figura y objeto significado. De estos cinco grupos, es la significatio aequalis la que recibe una extensión muy superior a los demás. En el capítulo final (94) el autor reitera las diferentes aportaciones con las que ha contribuido, en su opinión, a la doctrina de las figuras de pensamiento: eliminando la confusión anterior, ha organizado la materia en un orden preciso — como especifica en el capítulo 31 —, según el principio filosófico de la explicación casual frente al simple recurso al uso seguido por los demás; ha dejado claros los preceptos y definiciones, y ha omitido las figuras que se reducen a otras, o que no interesan al poeta; la ejemplificación, que debe ser extraída de los mismos poetas para facilitar la invención, y que Escalígero recoge una vez más de Virgilio, en su inmensa mayoría de la Eneida, reviste una fundamental función pedagógica y estética. Si observamos atentamente el extenso desarrollo de estos capítulos de su Poética, pocos instrumentos se revelan, según Escalígero, tan útiles como el manejo eficaz, prudente, variado y placentero de las figuras de pensamiento. Éstas permiten al poeta imponer una forma a las res, de la misma manera que el ritmo y el metro constituyen una forma para la dictio.
Publicado
2007-01-01
Secção
Artigos